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El colapso del juicio de Omar Khadr en Guantánamo

27 de octubre de 2008
Andy Worthington


Apenas pasa un día sin que se produzca alguna noticia extraordinaria sobre las Comisiones Militares, el sistema de "juicios por terrorismo" concebido en la Oficina del Vicepresidente en noviembre de 2001, y cuyos días parecen ahora tan contados como los de la propia administración Bush.

Tras la abierta dimisión del antiguo fiscal, el teniente coronel Darrel Vandeveld, y la desesperada decisión del Pentágono de retirar los cargos contra cinco prisioneros para evitar que Vandeveld testificara para la defensa, la última noticia que sacude a las Comisiones es que el juicio de Omar Khadr -un caso supuestamente emblemático, junto con el del yemení Salim Hamdan, que recibió una condena sorprendentemente leve tras un juicio este verano- se ha retrasado hasta después de que la administración deje el cargo.

Se trata de un duro golpe para el gobierno, que lleva presionando para procesar a Khadr por crímenes de guerra desde 2005. Su primer intento fracasó, cuando el Tribunal Supremo dictaminó que toda la empresa era ilegal, pero después de que las Comisiones fueran vendadas por el Congreso y reanudaran su macabra existencia en 2007, Khadr fue propuesto de nuevo para ser juzgado.

Y ello a pesar de que sus tenaces abogados -tanto militares como civiles- han cuestionado la base misma de los cargos de "crímenes de guerra" (que básicamente transforman a los combatientes en guerra en "terroristas"), y han desenterrado pruebas (a pesar de la obstrucción sistemática) de que Khadr podría no haber sido responsable del principal delito del que se le acusa (lanzar una granada que mató a un soldado estadounidense). Centrándose en el hecho de que Khadr sólo tenía 15 años cuando fue detenido en julio de 2002, también han señalado insistentemente la cruel insensatez, injusticia e ilegalidad de procesar a un menor por crímenes de guerra, cuando la Convención de la ONU sobre los derechos de los niños en tiempo de guerra, de la que Estados Unidos es signatario, exige que los menores -los que tenían menos de 18 años cuando se cometió el presunto delito- sean rehabilitados en lugar de castigados.

La semana pasada, en las vistas previas al juicio, volvieron a exponer algunos de estos argumentos y también solicitaron acceso a siete interrogadores, de diversas agencias de inteligencia, que, insisten, arrancaron confesiones bajo coacción a Khadr, gravemente herido, mientras estaba detenido en la prisión estadounidense de la base aérea de Bagram, en Afganistán, antes de su traslado a Guantánamo. Según los abogados, la información obtenida de Khadr bajo coacción se utilizó después como base para interrogatorios en Guantánamo con técnicas más "estériles" y "benignas", de la misma manera que la administración ha intentado encubrir sus torturas a Khalid Sheikh Mohammed y otros "detenidos de alto valor" bajo custodia secreta de la CIA utilizando "equipos limpios" de agentes del FBI para obtener nuevas confesiones en Guantánamo.

Como se puso de manifiesto en el juicio de Salim Hamdan, la prohibición del uso de pruebas obtenidas mediante coacción (que sólo se introdujo después de que el Tribunal Supremo anulara la primera encarnación de las Comisiones, y sigue permitiéndose a discreción del juez) puede satisfacer técnicamente la prohibición absoluta del uso de pruebas obtenidas mediante tortura, pero tiene el efecto de borrar de hecho los crímenes del gobierno de los registros, al tiempo que permite a las autoridades obtener confesiones "limpias" de presos maltratados de una manera que avergonzaría a todos los regímenes totalitarios, excepto a los más viles.

La semana pasada, el juez de Khadr, el coronel del ejército Patrick Parrish, aplazó la decisión sobre la moción de la defensa, pero, como señaló Judy Rabinovitz, observadora de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, "no pareció impresionado" por el argumento de la acusación de que "es necesario que la defensa demuestre que se utilizaron prácticas de interrogatorio coercitivas", que, por lo demás, eran sólo "especulativas". Como señaló Rabinovitz, refiriéndose a la candente cuestión de la supresión de pruebas vitales para la defensa, que el teniente coronel Vandeveld puso de relieve en el caso de Mohamed Jawad, "esta línea de argumentación probablemente no prosperaría en un tribunal penal militar o civil ordinario, en el que la norma de descubrimiento generalmente impone al gobierno la carga de dar a la defensa información que pueda ayudarla." Añadió que al coronel Parrish tampoco le impresionó la afirmación del gobierno de que incluso proporcionar información sobre los siete interrogadores, tres semanas antes de la fecha prevista para el inicio del juicio, el 10 de noviembre, sería una "carga excesiva" para el gobierno.

Sin embargo, la decisión del coronel Parrish de aplazar el juicio de Khadr hasta el 26 de enero, cinco días después del inicio del nuevo gobierno, se debió en particular a las quejas de la defensa sobre los intentos del gobierno de obstaculizar un examen psiquiátrico independiente de su cliente. Aunque éste se solicitó por primera vez en mayo, el gobierno lo impugnó y se opuso a él en las vistas celebradas a lo largo del verano, por lo que un experto psiquiátrico se entrevistó con Khadr por primera vez el 13 de octubre. Al solicitar un aplazamiento de la fecha de inicio del juicio, la defensa señaló que el experto necesitaría tiempo para establecer una relación con Khadr, y también argumentó que el retraso en proporcionar a Khadr una evaluación psiquiátrica era en gran parte culpa del gobierno. Como explicó Judy Rabinovitz, incluso cuando se había aprobado un experto independiente, la fiscalía "tardó en proporcionarle la autorización de seguridad necesaria, y tampoco ha proporcionado a la defensa los expedientes psiquiátricos de Khadr".

Quienes han estado presionando para conseguir la liberación del joven canadiense esperan ahora que el gobierno canadiense (que también es signatario de la Convención de la ONU) descubra por fin su espina dorsal y aproveche el cambio de administración para exigir su regreso a Canadá, o que el nuevo gobierno estadounidense se niegue a seguir adelante con el caso. Barack Obama, que votó en contra de la Ley de Comisiones Militares que resucitó el sistema de juicios en 2006, se ha comprometido a abolir las Comisiones Militares, que considera (junto con el uso de la tortura, el destrozo de las Convenciones de Ginebra, e incluso John McCain, que votó a favor de la ley, podría querer transferir el maltrecho sistema al continente, y ya ha explicado que repatriaría a Khadr si se lo pidiera el gobierno canadiense.


 

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